Luego de las bebidas y las barritas de chocolate, viene los distribuidores automáticos de oro. Esa es la idea de un comerciante alemán, que quiere sacar provecho de la crisis y de la tradicional preferencia de sus compatriotas por las inversiones seguras.
Ya existe un prototipo del mismo en el Aeropuerto de Francfort, donde los viajeros lo pudieron probar la pasada semana, aprovechando así ell tiempo de espera para comprar algunos gramos del metal precioso.
El principal argumento de venta será el precio: el vendedor promete una tarifa un 20% inferior a la practicada por los bancos alemanes, y las tarifas marcadas por la máquina serán continuamente ajustadas a la cotización mundial, gracias a un software específico creado para la ocasión.
El punto flojo es, como se imaginan, la seguridad. El inventor dice que el riesgo de robo no será mayor que el de cualquier distribuidor automático de billetes y que los aparatos contendrán como máximo el equivalente a 50.000 euros de oro. Casi nada, ¿no?
El emprendedor sueña con instalar unos 500 distribuidores de oro por todos los aeropuertos de Europa, así como en las joyerías y tiendas de lujo de Alemania, Austria y Suiza. Sin duda, una idea muy ambiciosa.